‘Y Oromë fue el
único de los vanyar que se demoró entre los Eldar, y luego
volvió cabalgando deprisa hasta Valmar; y habló de las sombras
que perturbaban Cuiviénen. Entonces los Vanyar se regocijaron, aunque
aún tenían dudas, y durante un tiempo discutieron qué
consejo adoptar para proteger al resto de los elfos. Pero pronto volvió
Oromë apesadumbrado ante la negativa de actuación de los vanyar.
La decisión había sido muy difícil, pero necesaria.
Y habitó con ellos para darles consuelo. Y las sombras y el Mal seguían
envolviendo a los Noldor y a los Teleri en los albores del tiempo’.
‘Entonces una vez más los vanyar se reunieron en consejo
y quedaron divididos en el debate. Porque algunos, y de ellos era Ulmo,
el joven Almirante, el principal, sostenían que el resto de los
Quendi tendrían que tener libertad de andar como quisiesen por
Tierra Media y tener sus propios reyes, y con la capacidad de que estaban
dotados ordenar todas las tierras y curar sus propias heridas. Curar sus
propias heridas, bonita forma de abandonarnos a nuestra suerte’.
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